Bialik, el artífice de la forma

Por: Saul Chernijovsky

NO existe escritor ni poeta (de aquellos que tienen cierta importancia) que no se haya construido una tribuna para sí mismo, consciente o inconscientemente. Con su propio ser comienza su creación; todo su calor, la atmósfera, la cultura, de la cual se alimenta, etc., etc., le proporcionan vigorosos factores para desarrollar en él la personalidad acabada, que sumerge su nariz en todo el material, y de éste elige el más adecuado a su estado de espíritu, llena lo que le falta con esto o aquello, crea por sí mismo todo lo que necesita.

     Y cuando J. N. Bialik ingresó en nuestra literatura encontró, por supuesto, mucho de lo que buscaba, mucho de lo que necesitaba aprender; también él tuvo sus exigencias y como la literatura no podía proveer completamente sus anhelos, por sí mismo buscó y dio con lo que era necesario renovar.

     Y en esto se sometió al dominio de todos los poetas jóvenes de su tiempo, quienes, a su vez, también reclamaban algo de la literatura hebrea.

     El total de sus exigencias era: crear una literatura en toda su acepción europea.

     Si dijéramos que esa aspiración de crear una literatura hebrea, una literatura europea, nació en nosotros, ello sería una exageración. Junto a las demás aspiraciones los “maskilim”, (iluministas) nació también ésta.

     Sin embargo, varias causas proporcionan los factores para su descubrimiento bajo este aspecto, en esa forma acabada, que en ningún modo nos satisfizo. La aspiración en sí quedó pendiente y exigiendo su realización y así es como la recibimos en herencia, hasta que respondimos a ello en la medida que su realización era necesaria en su tiempo o adecuada a nuestras fuerzas.

     ¿Qué parte tamó Bialik en esta tarea?

     Dos exigencias formulaban los jóvenes que se apretujaban en el dominio del arte. Ante todo, necesidad de contenido. Es decir, que nuestra literatura fuese un instrumento que fluyese y expresase todos los estados del alma y sus anhelos; y segundo, necesidad de la forma, que hiciera a nuestro idioma capaz de recibir toda vibración musical existente en el mundo.

     Todo aquel que conozca el estado de nuestra literatura de entonces, sabe hasta qué punto son éstas exactas, y no necesitan explicaciones.

     Muchos géneros y capítulos enteros de literatura viviente permanecieron, en verdad, ignorados por aquellos que sólo leían hebreo y por los literatos hebreos que se conformaban con lo poco que tenían.

     El primer impulso que recibió nuestra literatura para amoldarse a la forma europea en todo su sentido lo debe a la breve vida de Mijer Lebensohn. Y sin embargo, cuando esta delicada flor que crecía en el campo de nuestra literatura pereció prematuramente, aún no habían llegado nuestras aspiraciones a su término y recibieron nuevamente otro aspecto, por exigencias del tiempo y demás factores, que influyeron sobre la poesía pletórica de fuerza de Iehuda Leib Gordon.

     En este dominio –dominio de la creación de nuevas formas o nuevas plantaciones dentro de un nuevo jardín- no es mayormente grande la fuerza de Bialik. Siendo lírico por naturaleza, no se preocupó tanto de los versos que se relacionan con otro género. Sus poemas son poemas líricos, de ese tipo que va unido al nombre de Byron y cabe reconocer esta influencia también en los poemas de Mijerl Lebensohn y Gordon. De este matiz son también “Hamatmid” y quizás también “Tikvath Ani”. No se puede afirmar que, “Masse Nemirov” (En la ciudad de la matanza) o “Megilath Haesch” sean creaciones que no entran para nada en cualquiera de los estilos conocidos. Esta forma maravillosa lleva, en verdad, en sí el sello de fallas arquitectónicas –la absoluta falta de unidad- ese sello grabado sobre toda creación a la cual no se avino el artista en grabarlo al comenzar su creación en las profundidades de su ser. Con el tiempo se le agregaron nuevas corrientes, nuevas exigencias se encadenaron constituyendo unidades. Bajo el centro principal, único, descúbrense otros y entre ellos quedó pendiente el poema todo.

     No vale la pena insistir mucho sobre este hecho, ni investigar el cómo y el por qué; pero es un hecho que a Bialik no le preocupan el cómo y el por qué; pero es un hecho que a Bialik no le preocupan esas formas clásicas que nos han vendido de literaturas extranjeras: no tiene idilios, no escribió baladas, no imprimió ni un solo soneto.

     Y con mayor razón aún no se ocupó de aquellas flores de la forma con las cuales gozan los literatos estetas y cuya presencia en nuestra literatura casi no se nota: el rondó, el triolet, sextetos o la combinación de versos como octavas, sextinas, sextetos y demás.

     Su poesía es una poesía lírica, las transformaciones de la canzoneta antigua y el secreto de su alma –la gran tristeza judía- y le bastan pocas combinaciones rítmicas que introducir en ellos.

Traducido del hebreo, para JUDAICA, por Herzelina.

Publicación mensual “JUDAICA”

Director: Salomón Resnick

BuenosAires, JULIO 1934

Nº 13