Ilustraciones para Bialik

Por: Dan Mirón

La poesía de Jaim Najman Bialik ocupa, desde hace más de 80 años, no sólo el centro de la literatura hebrea, sino también el centro de nuestra cultura nacional moderna. Sin embargo, casi no sirvió de punto de encuentro y confrontación con el resto de las artes que se desarrollaron en el contexto de dicha cultura. Eso contraviene lo que es corriente en toda nación y lengua.

En Rusia, por ejemplo, las obras de Pushkin y Lermontov sirvieron de trasfondo e incitación para óperas, música sinfónica, danzas y sobre todo, por supuesto, para cuantiosas creaciones en el campo de las artes plásticas, ilustradas, interpretadas y realizadas por los valores figurativo-visuales contenidos en las mismas. En Francia, “L’apres midi d’un fune” -de Mallarmé- inspiró la música de Debussy, la danza de Nedzinski y los bocetos de Matisse. Entre nosotros la influencia de Bialikes otras artes se limitó apenas a aspectos marginales, casi triviales. El teatro ofreció, durante un período prolongado, sólo algunas menudencias como “El viernes corto” o “Campeón de cebollas y campeón del ajo”. Varios experimentos posteriores para hacer frente a obras más trascendentes, tales como “Detrás de la verja” y “La saga de tres y cuatro”, carecieron de vigor artístico, manteniéndose poco tiempo en la cartelera, sin causar mayor impresión. En el campo de la música, el encuentro con los textos de Bialik se circunscribió apenas a las coplas y romanzas de carácter popular. Las notas y el ritmo musicales, capaces de impresionar las complejas y hermosas combinaciones líricas de Bialik, no fueron presentadas aún. En el ámbito de las artes plásticas, no se creó ninguna tradición de interrelación artística –viva y en desarrollo- con la poesía de Bialik. Durante los más de 50 años que transcurrieron desde su fallecimiento, sólo apareció, según creemos, un único texto suyo: el cuento “El nacido por sí mismo” al que un notable artista (Avigdor Arija) trató de conferir una tangible interpretación gráfica.

Esa negligencia, que sin duda atestigua cierto defecto básico, una evidente falta de integración en nuestra tradición cultural-artística, contraviene la voluntad explícita y la concepción estética del propio Bialik. Pues a diferencia de varios prominentes escritores hebreos, que se abstuvieron de reflejar la imagen lírica, Bialik creía que, con su espíritu, las artes plásticas podían ilustrar e interpretar literalmente el arte. Por eso se obstinó, a pesar de los consejos y la oposición de sus amigos, en publicar la compilación de sus poesías principales, acompañadas por ilustraciones. La edición completa de sus versos, del año 1908 (la primera edición publicada bajo su propia supervisión y conforme a sus instrucciones), fue puesta en manos de su amiga, la pintora Ira Ian, que le infundió un matiz de “Jugentstil”, complementado con un aire simbólico y envuelto en colores verdes y violetas. El volumen de poemas, editado en el contexto de las espléndidas ediciones de sus escritos del año 1923, se publicó con ilustraciones litográficas de Yosef Budki, que agregó al libro-de acuerdo con el espíritu de la época y del lugar (la edición apareció en Alemania)

un matiz casi expresionista. Bialik atribuyó mucha importancia a esas ilustraciones y guió al artista, por medio de una carta muy detallada, con abundantes instrucciones y consejos-de pos sí, un importante documento literario- haciendo también alusión a las intenciones del poeta y el retrato de los personajes de las poesías, tal como se reflejaban en su espíritu. Sería superfluo decir que Bialik cuidó que sus libros para niños y jóvenes se imprimieran con abundantes ilustraciones (sus libros “Sea la luz” y “Cantos y coplas para niños” fueran ilustrados por Najum Gutman). La edición de sus escritos del año 1933-la última vio la luz cuando aún vivía-se publicó sin ilustraciones, porque no la preparó Bialik sino que lo hicieron ss amigos y editores, como obsequio-sorpresa en ocasión del cumpleaños del poeta y porque el propósito era difundirla como edición popular, de precio módico. No cabe duda que si Bialik hubiera vivido más tiempo, sus libros habrían aparecido en nuevas ediciones ilustradas que se adelantarían alas interpretaciones visuales-plásticas de su obra y la acercarían a la lengua del arte moderno (por ejemplo, ediciones ilustradas por Marc Chagall). Pero Bialik falleció en 1934, a los 61 años de edad, y sus libros aparecen desde entonces hasta el día de hoy, en ediciones áridas, carentes de vuelo gráfico.