Al pueblo

Por: Jaim Najman Bialik

Esforzaos, esfuércense vuestros brazos, oh hermanos,
que acariciáis las glebas de nuestro suelo
que no desfallezcan nuestros espíritus alegres, exultantes,
trabajad todos juntos juntamente por la salud del pueblo.

Ciertamente, nosotros sabemos de vuestras penas,
y amamos el torrente de vuestras lágrimas y el sudor de vuestra faz
ellos caen como un rocio para Israel y tienen la virtud
de restaurar su alma cansada y amenazada.

Para perennidad de siglos es vertida toda lágrima
que cae en el mar de nuestras lágrimas en ofrenda al pueblo.
¿Por ventura las gotas de sudor que destila vuestro rostro en el camino del Señor
no son tan gruesas como las de la sangre del sacrificio?

Si sólo los fundamentos, aún no los muros, habéis fundado,

gran cosa es, oh hermanos míos, no quedará en vano;

otros vendrán que continúen, completen y coronen;

ahora ya es bastante que se haya atrasado la primera línea.

Somos un pueblo tenaz; poco a poco levantaréis las antiguas ruinas y construiréis los edificios perennes.

Llegará un día que de mar a mar vendrán y se maravillarán al ver lo que hizo el más pequeño de los pueblos, el que fue pueblo
errante.

¿Por qué ¡oh perezosos!, despreciaríais vuestros primeros pasos?
¿Es, acaso, Israel esclavo, o se cuenta entre los hijos bastardos?

¡Ay! Reuníos fuerzas dispersas; juntaos
y trabajad unidos en el mismo anhelo, como un solo hombre.

No digáis: ¡Somos débiles! ¿Acaso no habéis imaginado
la bravia faz de Jacob al dirigirse a la pelea?
Desde los días de Zorobabel nuestras manos no acometieron una obra tan grande y magnífica como esta.

¿Quién se burlaría hoy de la faena humilde? ¡Él sería el burlado!
Id y salvad a vuestro pueblo manejando el pico,
hasta que desde la cima de los montes se oiga retumbar
la voz del Señor que proclama: ¡Subid! ¡Adelante!

(Extraida de: Recopilación: Carlos Krupnik (poema publicado en Mekorot, Revista de la asociación Israelita de Paraná, enero de 2005)