En la degollación

Por: Jaim Najman Bialik

¡Cielos! ¡Pedid clemencia
para
mi!
Si hay un Dios en vosotros, y un camino que ascienda
a este Dios, yo no pude hallar la senda.

¡Rogad, rogad por mí!
En mis labios no hay súplica, ni deseo, ni mando;
laxa pende mi mano, yerto está el corazón

¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? ¡Hay! ¡Hasta cuándo!

¡Verdugo! ¡He aquí el cuello! ¡Toma! ¡Corta!
Mátame como a un perro, con el hacha que aferra
tu mano, que un patíbulo es para mí la tierra.
Cortal, que nuestra sangre poco importa.
¡Nuestro número es breve!, y la sangre vertida
del lactante y del viejo te salpique la blusa,
y la mancha de sangre no se borre en la vida.

Si existe la Justicia, que de inmediato surja una señal.
Mas si cuando no pueda mirar la luz del día,
cuando muera, Justicia brillaría,
yo digo: “Para siempre se hunda su sitial,
y la maldad del mundo pudra al cielo y conmueva,
y tú, tú, el asesino, en tus sombríos crímenes
hártate, y en la sangre sacia la sed, ¡Abreva!.

Y quién grite “¡Venganza!”, sea maldito
que venganza a la sangre de un niñito pequeño
no la pudo inventar ni Satán, por mas empeño.

Y así hendirá la sangre el abismo infinito,
así hendirá el abismo que negruras encierra,
y comerá las sombras, y roerá
los cimientos podridos de la tierra”.

Poemas: versión de
Rebeca Mactas de Polak

Editorial Israel Buenos Aires 1949